viernes, 29 de agosto de 2008

El PRINCIPE del siglo xxi

Rafa era el nombre de un principe heredero de un trono . Su padre, el Compa, había procurado darle esmerada educación, pero el principe, que vivía envuelto en lujos y refinamientos, era sumamente caprichoso. Pasaba los días fosiferando sus riquezas y no cumplía con las obligaciones propias de su condición, escapándose de la tutela de sus maestros. El pueblo, preocupado por su indolencia y egoísmo, interpelaba al Rafa : “Tú sabes que estás enfermo y próximo a morir, nuestro pueblo - solía decirle - Y tu hijo heredaras este trono, para el que no estás preparado. Nada sabes de nuestra historia, de nuestras costumbres y necesidades, no realizas ninguna tarea útil o noble y sólo te ocupas en vestirte, adornarte y saborear manjares costosos que haces traer de lejanos lugares”. El Gualvy, preocupado por sus palabras, procuraba inculcar a Rafa el sentido de la responsabilidad de su futuro cargo. Todo era en vano : Rafa, malgastaba grandes sumas en adquirir telas exóticas, adornos de oro y plata con que se embellecía , y pasaba indiferente y desdeñoso ante los súbditos que se agolpaban alrededor de si ,sin un solo gesto benévolo ni humanitarios hacia ellos.
Por fin llegó el día temido en que el la esperanza falleció. Su muerte fue lamentada por espacio de siete días y siete noches, con llantos y lastimeros cánticos religiosos con los que le expresaban su tristeza y su miedo por el destino que les esperaba en manos de la nuevo rey. El, impresionado al principio por la muerte de su pueblo y su nuevo cargo, obedeció en todo a Gualvy y gobernó con verdadera inteligencia, pero pronto se cansó de ello. Volvió a su vida egoísta y, embriagada por su poder, malgastó cuantiosas sumas en cumplir con sus caprichos ; pronto empobreció las arcas del palacio y comenzó a oprimir al pueblo con elevados impuestos, con los que podría mantener sus gastos.
Un día en que Gualvy y otros consejeros ancianos procuraban conmoverle para que prestara atención a las necesidades de su pueblo, Rafa decidió desentenderse de ellos. “Tomen prisioneros a todos los consejeros de mi pueblo y azótenlos hasta que mueran - ordenó - imperioso y soberbio. Desde ahora en adelante, no conozco otros consejeros que mis deseos. Y no me importa que mi gente se empobrezca o carezca de tierras y alimentos. Yo, heredero directo de los Delgado, he nacido para gozar de la vida y ser obedecido”. Y para ratificar su orden, tomó el mismo su cinturón trenzado en blando cuero de cabras y comenzó a golpear a los ancianos sacerdotes. No pudo, sin embargo, proseguir con su furia destructiva, su brazo quedó paralizado, y toda el enmudeció ante una figura bellísima y majestuosa que se presentó interponiéndose entre los sacerdotes y la rey. “Has llegado demasiado lejos, principe Rafa - le advirtió la voz de la diosa -. Hemos decidido castigarte y liberar a tu pueblo de tus desvaríos y tu mal gobierno. A partir de ahora sabrás lo que significa luchar por tu propio sustento. Trabajarás continuamente, sin descanso por los siglos de los siglos”. La envolvió con su oscuro manto y la hizo desaparecer ente los ojos estupefactos de los consejeros.
En su lugar había quedado un insecto pequeño, de cuerpo oscuro y velloso, provisto de ágiles patas, que comenzó inmediatamente a tejer una complicada tela con el hilo que extraía de su propio cuerpo. Desde entonces Rafa, sigue disculpandose sin descanso para ganar el perdón del pueblo por sus antiguos errores.

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